Intentó saborear la noche, el hecho de que la carretera que solia rebosar coches estuviera vacia, y las calles desiertas de peatones. Eso parecia eliminar de la ecuación el tiempo o ralentizarlo, dar espacio y tranquilidad a reflexiones tan necesarias como el aire que respiraba. Intento disfrutar del paseo de la noche con toda la calma del que no necesita apresurarse. Se preguntó porque no le fascinó el descubrir a una chica en una ventana por encima de él, mirando al vacio, fumando, viendo el humo escaparse de sus pulmones, buscando la misma comprensión del todo, como él, o tal vez sólo echando el pito de después de la cena. Llamó al perro, le acarició mientras le ponia la correa, era un buen perro y se lo dijo. Volvieron caminando al piso. Estaba solo aquella noche y la reflexión surgía sin obstáculos... ¿Por qué? ¿Qué era lo que le impedía disfrutar de las cosas como antes? no habia nada de por medio, nada reseñable excepto tiempo. Tal vez justo eso, o tal vez era lo que faltaba. Soltó la correa del perro y le abrió la puerta de la terraza para que fuera a beber. Busco las llaves del trastero y cerró la puerta del piso tras de sí. Agacho la cabeza en el penultimo rellano en el que el techo bajo anunciaba la proximidad inmediata del tejado. Abrió la puerta de metal pintada de negro que protegia los trasteros de intrusos. La miró dubitativo, cerrarla, o no. La dejo abierta y miro arriba, al tragaluz. Lo abrió y se encaramó a la noche iluminada por la luna. Se sentó un rato sobre las tejas. Esa vertiente del tejado daba a la parte de atrás, insolitamente sedante. Varios muros de piedra cerrando fincas verdes, una vía, un pequeño río que la pasaba por debajo y tres largos árboles que susurran en la rivera cuando el viento los acariciaba. El cielo estaba despejado de nubes, y mirando hacia arriba uno podia casi sentir el lento girar de la esfera celeste... cerró los ojos y aspiro el olor nocturno. Sonrió. Siempre funcionaba. Se levantó, cogió carrerilla y saltó.
ridar
Me abrumas y sonrojas porque nos soy merecedor de tales halagos.
Pero si son de agradecer cuando llegan.
Muchas gracias.
Lo tuyo si que es literatura,
Cuando escribes, lo haces como los trazos en óleo de un pintor sobre el lienzo.
Te seguiré observando desde mi lejanía espacial.
Un abrazo.